Obra central de su trilogía familiar y cumbre de la trayectoria de suautor, Niños de domingo es también la «novela del padre» de Bergman,tanto como Conversaciones íntimas será «la de la madre». Un fin desemana de verano y un entorno campesino, propicios a la fantasía y alnacimiento del deseo, son el marco elegido para el reencuentro con elpastor Bergman y la carismática Karin. Su hijo menor tiene ocho años y nació en el último día de la semana; es por eso que este «niño dedomingo» puede ver espíritus, fantasmas y trasgos, aunque los adultosse empeñan en dictar los límites de la realidad: «No hay fantasmas, no seas bobo, ni demonios ni muertos que abran sus bocas ensangrentadasal sol». El miedo a la vejez (que siempre es escatológica) y a lamuerte, el primer despertar sexual y una temprana crisis de fe asaltan al pequeño Pu, que no es otro que un jovencísimo Ingmar, aunque «cada niño en la obra de Bergman ?nos dice Margarethe von Trotta? es élmismo». El estilo de este Bergman ya anciano es paradójicamentejuvenil, se diría desaliñado, poco dado a perfilar lo ya escrito, ypor eso mismo es ágil, es incisivo, y v