La mayoría de las escuelas están diseñadas con vistas a un modelo educativo centrado en el profesor. La desconexión entre la innovación centrada en el alumno que muchos educadores quieren implantar y lo que el ambiente educativo les permite hacer constituye así un verdadero problema. Este libro muestra que un centro educativo bien diseñado se convierte en un catalizador para el cambio pedagógico, y proporciona estrategias para transformar la educación mejorando la distribución y el uso de espacios. A lo largo de la obra se hace referencia a la idea del “edificio que aprende”, que es acogedor, respalda el aprendizaje de un modo innovador, y versátil, se adapta a las necesidades de alumnos y profesores, a medida que estas van evolucionando. Un edificio ágil fomenta la colaboración, permite que estudiantes y docentes pongan en funcionamiento una variedad más amplia de experiencias educativas, forma a personas mejor preparadas para asumir los desafíos de un mundo en constante cambio.Los edificios de los centros educativos tienen que diseñarse desde el principio con el objetivo de garantizar cuatro principios del diseño esenciales. Tienen que ser acogedores, versátiles, dar cabida a diversas actividades educativas y trasladar mensajes positivos sobre actividad y comportamiento. Este enfoque difiere en gran medida del diseño que presentan la mayoría de los centros educativos actuales, donde la voz cantante la lleva la funcionalidad y no la calidad. Esto significa que el diseño de los centros se evalúa según la capacidad de los espacios individuales de cumplir con su función y poco más. Se considera que las aulas están bien si pueden acoger a un determinado número de alumnos; que las cafeterías son un éxito si puede atender a un cierto número de alumnos dentro de un tiempo establecido; que los laboratorios son eficaces si cuentan con el equipamiento necesario para realizar las actividades que marca el currículo, etc. Los cuatro principios del diseño mencionados garantizan las siguientes seis estrategias educativas: aprendizaje centrado en el alumno, colaboración entre docentes, clima escolar positivo, integración de la tecnología, horarios flexibles y relación con el medioambiente, la comunidad y la red global. La tesis que apoya este libro es que un edificio escolar bien diseñado tendrá un aspecto diferente día tras día, semana tras semana, mes tras mes y año tras año. Los cambios serán el resultado directo de la forma que den sus ocupantes al ambiente en el que aprenden, de manera que se adapte a las necesidades de la actividad educativa que el centro quiera llevar a cabo.