En su conferencia pronunciada en 1928 para conmemorar la República de Weimar, Cassirer muestra que los valores defendidos por esa constitución republicana hunden sus raíces en la Ilustración europea. Los derechos del hombre y del ciudadano promulgados por la Revolución francesa gracias a Lafayette se habrían inspirado desde luego en las declaraciones de los nuevos Estados libres norteamericanos, pero deberían su gestación y consagración conceptual nada menos que a filósofos como Leibniz o Kant. Con todo ello se ilustra la fecunda interacción que se da entre teoría y praxis, entre la historia de las ideas y el cómo va configurándose merced a ellas nuestra realidad político-social.
Poco después, en la primavera de 1929, los asistentes a un congreso filosófico celebrado en la localidad suiza de Davos presenciaron un debate que ha devenido legendario por confrontar dos cosmovisiones antagónicas. En torno a sus respectivas interpretaciones del pensamiento kantiano, Cassirer y Heidegger presentaron dos tendencias llamadas a prefigurar el destino de Europa en aquellos momentos. Mientras Cassirer aboga por una suerte de nueva Ilustración que promueva el pensar por uno mismo, la lectura heideggeriana del kantismo habría de prestarse mejor, desafortunadamente para todos, a verse manipulada por los caudillismos políticos totalitarios, tal como denunciará el propio Cassirer en El mito del Estado.