Vivo rodeado de arboretums, de viesques, de bosques. Todos tienen algo en común: todos ellos suenan. El cuquiellu, el páxaru pimientu, la raitana, les abeyes... todos crean una huella sonora única decada bosque. Pero más específica aún es cómo los hacemos sonar nosotros, cómo los fonamos. Los nombratos, la toponimia, describen los lugares en función de lo que representaron y aquello que representan para los que aún los pronunciamos . Esta es la atmósfera que Rodrigo Cuevas, comprometido artista asturiano, detalla en el prólogo y que va a rodear constantemente al lector.