Dedicamos miles de horas a trabajar, a hablar sobre el trabajo, a buscar trabajo, a prepararnos para trabajar, a ir y volver del trabajo, a descansar del trabajo para luego seguir trabajando, a quejarnos del trabajo o a fantasear con dejarlo. Nos hace enfermar y nos puede provocar la muerte, pero no tenerlo es aún peor: en el capitalismo la mayoría no podemos sobrevivir sin un empleo. El trabajo nos organiza la vida: ¿por qué entonces no tenemos ningún control sobre él? En este libro, que es dinamita en los cimientos de la cultura del esfuerzo, Horgan nos ayuda a ver qué trampas tiende el trabajo asalariado y nos empuja a imaginar un mundo sin jefes y sin horas extra, sin la miseria del empleo y sin la del desempleo. Un mundo en el que las decisiones, de una vez por todas, estén en manos de quienes trabajan.