En nuestras ciudades, la forma urbana evidencia el estrecho vínculo entre patriarcado y capital. En los diferentes espacios que habitamos -nuestras casas, nuestras calles o nuestras plazas-, el modelo urbano responde principalmente a las experiencias y necesidades de un sujeto masculino y a la explotación económica. A partir de esta lógica, el urbanismo y la arquitectura han promovido la exclusión de las mujeres del espacio urbano, así como de otras subjetividades no hegemónicas, como personas racializadas, mayores, criaturas o gente con diversidad funcional, entre otras. Esta lógica opera a través de redes de movilidad y transporte pensadas fundamentalmente para el vehículo privado y el traslado de mercancías; una arquitectura que reduce al mínimo el espacio disponible para los cuidados; o un planeamiento estratégico en manos de cúpulas de especialistas desvinculados de la vida de las personas. Una ciudad que destruye y expulsa todo aquello que no responda a las lógicas de extracción de valor del territorio y del cuerpo. La propuesta que las autoras desarrollan en este libro recoge una genealogía de