Los Clash fueron un grupo insólito, una perfecta anomalía que pronto trascendería su militancia en el punk más atroz, en compañía de bandas como los Sex Pistols, a fin de ir incorporando, sin renunciar a su combativo ideario ni a sus principios estéticos, otras tradiciones musicales a su paleta sonora. Pioneros, pues, del efervescente punk rock que haría las delicias de las hordas de encrestados imberbes que abominaban del jipismo burguesito, los mods, los teddy boys y la edulcorada grandilocuencia del rock progresivo no sin antes abjurar del folk electrizado y bien atemperado que gastaban la acomodada clase media y la aristocracia más cool, los Clash sacudieron los cimientos de la aún omnipotente industria discográfica con sus incendiarios conciertos y sus lúcidas composiciones. La brillante singularidad de su estilo y la pasión de su compromiso político lograron, además, plasmar el espíritu de una época y los convirtieron en un auténtico fenómeno mundial cuyo legado sigue influyendo en los mejores músicos emergentes y despertando el entusiasmo, cuando no la veneración, de nuevas audiencias. No deja de ser