Ferviente budista, Miyazawa concibió la literatura como una misión. Apreciado en vida por un puñado de admiradores, es hoy una de las grandes figuras literarias de Japón.
En la oficina de los gatos se registran día a día las incidencias relativas a la historia y la geografía felinas. Bajo la atenta mirada del enorme gato negro que dirige la sucursal número seis, los disciplinados oficinistas realizan sus tareas diarias: el impoluto gato blanco, el apuesto gato atigrado, el bello calicó… pero el más valioso y sensible de todos ellos es el gato de hollín, que sufre la ira y el desprecio de sus compañeros por un único motivo: no tiene raza.
Estos veinticinco cuentos, escritos entre 1918 y 1927, están protagonizados los entrañables habitantes de Ihatov, la utopía fantástica creada por Miyazawa donde todo es posible: gatos oficinistas, cuadrillas de ranas trabajadoras, señales ferroviarias viviendo idilios románticos a la manera de Romeo y Julieta o niños soñadores que viajan entre mundos. Cuentos cautivadores que tejen una alquimia poética entre la vida cotidiana y un mundo surrealista y onírico; cuentos que se nutren del rico folclore tradicional del norte de Japón y de la filosofía budista para construir dramas reales teñidos de fábula que son, ante todo, un canto a la naturaleza y una oda a la compasión universal, los dos pilares sobre los cuales Miyazawa Kenji cimentó su vida.
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«Quienes hayan disfrutado con las imaginativas historias de Dickens, Carrol o Twain podrán volver a sentirse como niños gracias a los mágicos relatos de Miyazawa Kenji.» Asahi Evening News.
Leer a Miyazawa Kenji supone una experiencia portentosa y refrescante, la exploración de un mundo donde realidad y fantasía se diluyen.