Estamos ante un teatro escrito en la década de los cuarenta del pasado siglo, muy superior al escrito en España en esos años, salvo muy escasas excepciones. Un teatro del que, sin saberlo, tomaron el relevo jóvenes como Antonio Buero Vallejo y Alfonso Sastre, que, por supuesto, no lo habrían leído. Pasado el tiempo, queda la literatura. Aquí está, para que se considere su calidad, su interés, su hondura y, tal vez, su posible vida sobre los escenarios.
La literatura, esa «historia de los que no salen en los libros de Historia», es a menudo el modo más hondo de mostrar lo que somos, lo que es nuestro mundo. Y los personajes de Max Aub no pueden ser más humanos, buenos, malos, estúpidos, inteligentes, generosos, miserables… personas. Siquiera, por fragmentos, en las escuelas, esta obra debería sonar en los oídos de nuestros jóvenes.