Este libro de Baudrillard ya es un clásico de la filosofía estética.Todo el dilema es este: o bien la simulación es irreversible y no existe nada más allá de ella, no se trata siquiera de un acontecimiento sino de nuestra banalidad absoluta, de una obscenidad cotidiana... o bien existe de todos modos un arte de la simulación, una cualidad irónica que resucita una y otra vez las apariencias del mundo para destruirlas. De lo contrario, el arte no haría otra cosa, como suele suceder hoy, que encarnizarse sobre su propio cadáver. No hay que sumar lo mismo a lo mismo, y así sucesivamente, en abismo: esto es la simulación pobre. Hay que arrancar lo mismo de lo mismo. Es preciso que cada imagen le quite algo a la realidad del mundo, es preciso que en cada imagen algo desaparezca, pero no se debe ceder a la tentación del aniquilamiento, de la entropía definitiva, es preciso que la desaparición continúe viva: este es el secreto del arte...