Nuestra modernidad se ha tornado líquida: las estructuras sociales son efímeras y ya no sirven de marco de referencia para los actos humanos. Una consecuencia de este fenómeno es que la sociedad de productores se ha transformado en una sociedad de consumidores; para alcanzar el codiciado reconocimiento social cada sujeto debe reciclar su identidad y presentarse como bien de cambio, un producto capaz de captar la atención, atraer clientes y generar demanda. Vida de consumo demuestra que, con el advenimiento de esta modernidad líquida, los individuos son a la vez vendedores y artículos en venta; todos ellos habitan un mismo espacio social que conocemos como mercado y las visiones del mundo hechas a la medida del mercado invaden la red de relaciones humanas: a la luz de este reconocimiento, Zygmunt Bauman -el pensador social más original y agudo de la actualidad- analiza e interpreta las normas sociales y la cultura de la vida contemporánea.