Castellón, 2016. Nace Lola. La actriz protagonista. Sale a escena. Y va rompiendo, poco a poco, su silencio. Viaja, en busca de referentes. La primera hermafrodita a caballo está ahí, aguardando en Barcelona. A orillas del Mediterráneo aparece otra: la Melero. Una repentina llamada la lleva a Galicia, junto a la vallista del COI. Ansiosa, emigra. Instalada en Valencia se encuentra, inesperadamente, con una chiqueta del Cabanyal. Vive sus catarsis. En Logroño, baila junto a otra de las machorras. Pierde el rumbo. Descubre una brújula intersexual situada en un punto de México. Siguiente destino:País Vasco. En el pupitre de al lado se sienta la Kollontai del siglo XXI. Desde Madrid, irrumpe con fuerza la voz de una señora bien y fetén. Mientras tanto, un ave fénix extrabinarie atraviesa el cielo gris de Bizkaia. Y, entonces, pone cara al holograma del documental No box for me. ¿Qué falta? Descubrir a un notas del distrito sur de Sevilla. Volver a casa. Conversar con las dos que faltaban.